4. DESESPERACIÓN
La misión había salido mal desde el inicio: Rachel los había enviado a un callejón sin salida donde encontrarían una pista sobre el paradero de Percy, pero hasta el momento no habían visto nada. Fue entonces que empezaron a escucharse los truenos, el cielo estaba completamente despejado y era un perfecto día de otoño en Nueva York, pero el ruido que se escuchaba era de un aviso de tormenta.
Annabeth y Will salieron del callejón y esperaron, Will parecía estar tranquilo; no habría sido su primera elección para acompañarla en esa misión pero Rachel los había visto a ambos ahí así que no podía contradecirla, aunque no tuviera sentido. Él no era precisamente alguien a quien llamaría a batalla, era bueno con el arco pero no era ni la mitad de bueno que algunos de sus hermanos; Will era un médico, no un luchador sin embargo, no se había opuesto a acompañarla
Suspiró, llevaba un mes sin noticias de Percy y la desesperación hacía estragos con su concentración, probablemente por eso Rachel había enviado a Will con ella, sabía que si seguía siendo imprudente saldría herida de un momento a otro y él tendría que salvarle la vida.
Fue entonces que el trueno retumbó más fuerte, un segundo después, un rayo hizo volar los botes de basura y la explosión provocó que los campistas salieran despedidos hacia la acera.
– ¿qué demonios fue eso? – preguntó Will, mientras preparaba su arco.
– Me parece que es nuestra pista – replicó Annabeth mientras se acercaba cautelosa al callejón.
Sostuvo con firmeza su daga, dentro del callejón no había nada, sólo los destrozos provocados por la explosión y un cráter que seguro llamaría la atención de los mortales, debían salir de ahí antes que llegara la policía.
En el centro mismo del cráter había sólo un pedazo de tela color morado, estaba chamuscado por el fuego, pero no había nada más. Frunció el ceño con desconfianza al tomar la tela ¿qué significaba todo aquello?
Miró a Will, que parecía tan desconcertado como ella, probablemente Rachel pudiera darle más información, pero parecía que su misión había terminado. Aunque esperaran ahí una semana, seguro sería lo único que obtendrían.
– Volvamos al campamento – dijo, mientras se encaminaba nuevamente a la calle.